Reflexiones para tí.

Dalila

Dalila le dijo a Sansón: “Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar”. Jueces 16:6.

Los errores nos deberían enseñar, por lo menos, a no volver a caer en ellos. Sansón no aprendió nada. Después del fallido casamiento con la filistea anónima, la Biblia nos cuenta que fue a visitar a su infiel esposa y se encontró que era la mujer de otro hombre. El padre le ofrece a la hermana menor, no la acepta y quema la cosecha de sus enemigos.

¿Punto final? ¡No! Volverá a Gaza, donde los filisteos lo rodearán para matarlo. ¿Terminaron sus aventuras con las enemigas del pueblo de Dios? ¡Ni pensarlo! Faltaba “la frutilla del postre”: Dalila.

Hay personas, situaciones y momentos que son una entrada al pecado. Para Sansón. Dalila fue su puerta al error y a la perdición. La gente sabia pasa lo más lejos posible de esa puerta. Sansón, jugaba con ella. Así le fue.

Por cien monedas de plata. Dalila traiciona a Sansón. Lo acusa de no amarla, ¡cuando ella lo está vendiendo! Comúnmente el pecador es así: acusa al otro por su error y no consigue ver el propio. Pero con lágrimas mentirosas y seducción comprada, Dalila se fue acercando a la verdad de Sansón, cada día un poquito más.

El juez de Israel primero le habla de cuerdas de arco, después de sogas nuevas. En el tercer momento, cuando Sansón no podría dudar de que Dalila lo estaba traicionando (y debería haber huido de tal situación), no solamente se queda con la engañadora sino también se acerca peligrosamente a su verdad. De los brazos sube a “las trenzas de mi cabello”, atadas a un telar. ¿Ves cómo el pecado te va dominando? ¿Entiendes cómo te acercas al peligro? ¿Comprendes por qué no puedes jugar con el error?

El último paso “definitivamente, el final” para Sansón fue natural. De la mentira de los brazos a la verdad del cabello, del telar a la navaja. Son los pasos que cada día tú mismo das, pensando que podrás salir, que te volverás a librar. Con toda razón el salmista nos dice (en el primer salmo) que no debemos andar, ni estar ni sentarnos con los pecadores. ¿Notas la progresión? ¿Captas cómo nos vamos acostumbrando al pecado?

La historia se repite. Dalila fue la puerta para la perdición de Sansón. ¿Cuál es la luya?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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