Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Lucas 7:40-42.

Algunos pensadores cristianos creen que Simón era pariente de los hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María, la mujer a quien ahora estaba criticando como “pecadora” (ver vers. 39). Y, lo más terrible es que, según Elena de White, “Simón había arrastrado al pecado a la mujer a quien ahora despreciaba. Ella había sido muy perjudicada por él”.

¿Sabía Jesús todo esto? Por supuesto. Jesús sabía todas las cosas (lee Juan 2:24, 25). ¿Qué habrías hecho tú, si hubieses tenido tal información? Es probable que algunos de nosotros, indignados por su hipocresía, lo hubiésemos denunciado en público. Pero Jesús no es como nosotros. Él se acercó al oído de Simón y le contó la breve parábola del texto de reflexión para hoy, dejándolo que él sacara sus propias conclusiones. Simón se dio cuenta de que ese hombre al que criticara en su interior, sin decir palabra, era más que profeta, porque conocía hasta sus pensamientos más íntimos, y lo demostró al contarle esa parábola.

“Simón fue conmovido por la bondad de Jesús al no censurarlo abiertamente delante de los huéspedes. Él no había sido tratado como deseaba que María lo fuese. Vio que Jesús no quiso exponer a otros su culpa, sino que, por una correcta exposición del caso, trató de convencer su mente y subyugar su corazón manifestando benevolencia… vio la magnitud de la deuda que tenía para con su Señor. Su orgullo fue humillado, se arrepintió, y el orgulloso fariseo llegó a ser un humilde y abnegado discípulo”.

¡Qué maravilloso el silencio salvador de Jesús! Jesús no solo salvaba por lo que hacía y decía, sino también por lo que callaba. Hoy, el Amigo de los pecadores es también tu Amigo, y quiere rescatarte, como lo hizo con Simón.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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